La principal diferencia entre kW y kWh es que el primero sirve para medir la potencia máxima contratada que soportará la instalación de tu hogar. El segundo contabiliza los consumos que realizan los usuarios en casa, y que repercuten un coste variable en función de lo que gastes.
Un kW es una medida de potencia. En el caso de las tarifas de luz, se utiliza para medir la potencia que soporta una instalación eléctrica cuando todos los aparatos eléctricos están encendidos. Todos los consumidores de electricidad deben tener una potencia máxima contratada en casa, que se mide en kW.
Los kWh miden el consumo de los electrodomésticos teniendo en cuenta el tiempo de uso. Imaginemos un microondas que tiene 800W de potencia. Significa que si estuviera una hora en uso consumiría 0,8kWh (dado que 1kW son 1.000W, y los electrodomésticos miden su potencia por una hora de uso).
Si lo utilizamos únicamente quince minutos al día, el consumo diario de ese electrodoméstico sería de 0,2kWh, que es el resultado de dividir la 0,8kWh entre cuatro (dado que quince minutos es la cuarta parte de una hora).
La principal diferencia entre kW y kWh como clientes de luz es que el primero hace referencia a la potencia, y el segundo al consumo.
En la factura de la luz, la principal diferencia entre kW y kWh es que el primero nos marca un coste que siempre será fijo en la factura. Es el valor que mide la potencia, que siempre será la misma salvo cambios puntuales.
El kWh, sin embargo, representará el coste variable, en función de los kWh que hayamos consumido.
Las tarifas con kW y kWh más baratos los encontramos en las comercializadoras a precio de coste o con tarifas indexadas. Estas compañías venden la energía al mismo precio que la adquieren en el mercado mayorista. Posteriormente, añaden una cuota mensual, en concepto de gestión del servicio. Algunas de las compañías que ofrecen energía a precio de coste son: